Desde bordados que cuidan el mínimo detalle, hasta figuras de fina porcelana, pasando por los más dulces aromas, hay cosas que siempre nos recuerdan a las figuras femeninas que nos han acompañado desde temprana edad.
Algunas de ellas poseen un espíritu tan fuerte como firme, mientras otras se caracterizan por un corazón que desborda delicadeza. Sea cual sea su personalidad y diferencias, tanto abuelas como tías y por supuesto, mamás, tienen algo en común: Amor por la joyería. Y es que entre todos esos artículos que se encuentran en las repisas, muebles, cajones o rincones del hogar, el mundo de las joyas tiene un lugar sumamente importante.
Por años, aretes adornados con las piedras más brillantes, collares de todos los estilos o tamaños, pulseras, dijes o brazaletes, han pasado entre las manos de las mujeres que integran las familias. ¿La razón? Quizá más de una; la belleza de su diseño, la historia que guarda tras de sí o la mera atracción por una pieza que se convierte en un objeto de deseo de gran valor a pesar del paso del tiempo.
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