En cualquier contexto, todas las familias
guardan historias de vida, logros y
sueños en sus alhajeros
La disposición testamentaria de Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg y Sajonia-Coburgo- Gotha, quien luego fuera reina consorte de España y posteriormente madre de los herederos de la dinastía Borbón, resultó ser el detallado listado de algunas de las joyas pertenecientes a los miembros de la familia real hispana:
“Las joyas que recibí en usufructo del rey don Alfonso XIII y de la infanta Isabel, que son: Una diadema de brillantes con tres flores de lis. El collar de chafones más grande. El collar con 37 perlas grandes. Un broche de brillantes, del cual cuelga una perla en forma de pera llamada ‘La Peregrina’. Un par de pendientes con un brillante grueso y brillantes alrededor. Dos pulseras iguales de brillantes. Cuatro hilos de perlas grandes. Un broche con perla grande gris pálido, rodeada de brillantes, y del cual cuelga una perla en forma de pera.
Desearía, si es posible, se adjudicasen a mi hijo don Juan, rogando a éste que las trasmita a mi nieto don Juan Carlos. El resto de mis alhajas que se repartan entre mis dos hijas.”
Todas las joyas inscritas en ese listado, además de su enorme valor económico intrínseco, encuentran un valor aún mayor en su importancia histórico-generacional y, asimismo, con el
valor sentimental acumulado, que para esa familia seguirá aumentando a través del tiempo.
Dicho estatus, a diferencia de lo que pudiera creerse, no se limita a las joyas de procedencia o posesión aristócrata, especialmente en lo que se refiere al plus del incalculable valor
sentimental que una joya heredada puede llegar a cobrar, incluso hasta para el más desconocido de los mortales.
Porque heredar familiarmente una joya, cualquiera que ésta sea, no es el simple acto de otorgar o recibir un bien tasable en pesos o quilates, sino que también implica la continuidad de una historia propia o familiar, la condensación simbólica de la biografía de un ser querido, la cristalización post mortem del afecto filial o genealógico más sincero y puro.
Infinidad de historias se pudieran contar en relación a este mismo tema. Unas son de lo más sorprendentes, no todas con final feliz, pero siempre conllevan una fuerte carga emocional.
Lo importante es saber que independientemente de su valor económico, la alhaja más modesta puede representar para alguien el tesoro más valioso del mundo, por el simple hecho
de haberla recibido de un ser querido.
No resulta extraño que los anillos de compromiso pasen de madres a hijas, o que en celebraciones y fechas especiales como aniversarios, bautizos, graduaciones y similares, se prefiera, sobre cualquier otro bien, obsequiar una joya, misma que al paso de los años se volverá conmemorativa.