Por: Thelma Gust Ramos
El desarrollo de la orfebrería en la tradición familiar prevalece por la visión y vocación de empresarios como Don Rogelio Cárdenas, quien ha entregado su vida a un oficio que le ha sido noble y brillante.
A Don Rogelio Cárdenas el oficio de la joyería lo ha acompañado a lo largo de su vida durante 60 años; lo ha formado como empresario, padre de familia y como un gran líder con un su vida a un oficio que le ha arduo conocimiento sobre el pulso de la industria joyera mexicana. Hoy, el oficio de la joyería es parte de su ADN.
Como un libro abierto, el conocimiento obtenido por años de esfuerzo y trabajo continúo, desde los 11 años para ser precisos, le han dado a Don Roger, conocido así por sus amigos, una trayectoria invaluable dentro del sector joyero, la cual es generosa y compartida. Desde su inigualable oficina, un espacio de vital alegría para Don Rogelio, donde están los recuerdos más memorables de quienes han sido parte de su historia, expresa a Joya Magazine parte de su desarrollo personal y visión sobre la evolución de la industria que le ha dado vida.
Joyero formado en la mesa de un taller en, su casa y mientras cursaba la primaria, Don Rogelio aprendió desde las entrañas del oficio, haciendo vaciado en tierra y fundiendo en forja, técnicas hoy poco conocidas. Ante la necesidad de salir adelante y a su corta edad, aprendió a cuestas la administración de un negocio, a prueba y error sacó costos, utilidad, inversión en materia prima, entre otros.
“Dios me dio esa oportunidad de demostrarles que salí adelante. Cuando tenía 24 años ya tenía mi taller con 15 ó 20 trabajodores. Todos decían: ‘¡Qué venga el Rojas, qué venga el Rojas!’, también las personas mayores, grandes financieros, los que se llamaban agiotistas en aquellos tiempos, quienes te pagaban a cheques a 30 días y había que cambiarlos pagando un interés para agarrar tu dinero y comprar material y seguir trabajando. Muchos joyeros recurríamos a ciertos agiotistas y financieros que te prestaban con menos interés”.
No sólo se convirtió en proveedor de algunos viajeros, sino en un gran amigo de quienes son el origen de grandes empresas joyeras en nuestro país. Don Rogelio tuvo la oportunidad, como muchos ahora que pueden escucharlo contar su trayectoria en la industria joyera, de conocer a personas que fueron luz al final del túnel, como Don Elías Serhan, quien sin pensarlo dos veces invirtió capital en la capacidad de negocio de Don Rogelio Cárdenas.
“Venía a Guadalajara y yo lo llevaba a los ta- lleres, porque no había centros joyeros. Lo llevaba con Don Jacinto Vázquez, con Don Rigoberto Vázquez, con gente que tenía mercancía porque él cerraba un 30 y 40% en vez de comprarle a los viajeros. Él siempre me decía: ‘Don Rogelio, siempre la utilidad está al comprar no al vender’”, cita el empresario.
Esposo de la Sra. María Esperanza y padre de Rogelio, Esmeralda, Rubí, Coral y Ónix, honrando su agradecimiento a la joyería con el nombre de cuatro de sus cinco hijos, Don Rogelio recorrió gran parte del territorio mexicano en busca de nuevos clientes, de Guadalajara a Torreón, a Reynosa, a donde su vocación lo llevará para hacer posible ese sueño que hoy es una realidad.
Para Don Rogelio, el gran acierto de la industria joyera años atrás fue el legado de las numerosas familias dedicadas al oficio, a la voluntad y capacidad de aprender en el taller los pilares que hoy sostienen a las empresas líderes del sector.
“En Guadalajara llegó a haber más de 10 mil familias que vivían del gremio joyero. Involucraban a las familias al oficio. Había mucha gente que podía aprender, contrario ahora”.
La mano de obra que predominaba anteriormente y que era parte de la cultura familiar, hoy se ha vuelto una necesidad urgente, que pone en análisis la capacidad y fuerza productiva de toda una industria en los próximos años.
“La mano de obra en los barrios ya no se puede tener. Cada vez hace más falta mano de obra y cada vez va a faltar más. Antes, en una cuadra había cinco talleres, uno hacía una cosa, otro otra y se podía trabajar; de esto te hablo hace 40 años, de cómo la industria ha cambiado. Antes salías de la escuela y te mandaban a que te enseñaras el oficio de la joyería. Para mí no hay escuela de joyería que sea con práctica, no en teoría. Hay que estar sentado en la mesa y agarrar el buril y la lima y todo para hacerlo con tus manos y es así cómo se aprende”.
Hace tiempo, Don Rogelio llevó el oficio de la orfebrería al pueblo de Ahualulco del Mercado, sin pensar, quizá en ese momento, que hoy sería el oxígeno más valioso ante la inminente necesidad de mano de obra en la ciudad. Con más de cien joyeros fabricando joyería artesanal en talleres, las familias han heredado el oficio a sus generaciones, quienes hoy tienen la oportunidad de crecer y desarrollarse para seguir trabajando al lado de la familia Cárdenas.
“De aquí mandé a un joyero orfebre a Ahualulco del Mercado, un lugar de 20 mil habitantes. Ahí todavía hay gente que tiene hijos numerosos y van a trabajar de aprendices a los talleres porque ahí hay más seguridad. Está el vecino de enfrente y Don Cuquito que le cuida el taller a Don Luis, porque aquí era Don Luisón en el barrio, y no podría trabajar, y allá es el maestro Luis, y le está enseñando al sobrino y al hijo a ser joyeros, y ahí es donde se puede conseguir mano de obra”.
La estrategia de Don Rogelio no es una fórmula a prueba, sino un proyecto robusto que desde hace 20 años ha funcionado en uno de los 125 municipios de Jalisco, y que hoy fortalece su actividad económica en la industria joyera.
“El señor que es campesino se le termina el trabajo y se va a Estados Unidos; deja a la señora con hijos, quien hace el quehacer en su casa y toda la tarde se está ahí. Si hubiera un taller ahí para enseñarlas sería diferente. Ahí es donde pudiéramos llevar trabajo y conocimiento del oficio”.
Prevalecer las técnicas artesanales de un oficio que vio nacer y crecer a toda una industria, para Don Rogelio es una de las prioridades que debe de mantenerse vigente, sobre todo, porque el terminado y diseño artesanal es lo que ha dado un valor a nivel internacional a la joyería mexicana.
“La tecnología te puede avanzar mucho, y hay quien trabaje con ella y saque grandes cantidades, pero la mano de obra, no creo que haya máquina que saque broqueles, y que saque joyería ligera, porque la mano de obra es más delicada, y sobre todo la femenina, que son más delicadas con sus manos para poder soldar. Si nos vamos a poner a competir contra turcos, contra italianos, ellos tienen tecnología, más no mano de obra”. Con 15 talleres en Ahualulco del Mercado, cada uno se especializa en diferentes líneas de fabricación, unos en aretes, otros en broqueles. “Ellos quieren poner su taller, y vienen a pedir trabajo y les digo: ‘pues póngase pues’. Lo apoyamos con la mesa y los motores, porque todos podemos ser joyeros y tener nuestro taller”.
Para Don Rogelio, la época del oro de la industria joyera aún está sucediendo. La oportunidad de crecer dentro del sector es para quien la busca, para quien tiene ganas de crecer especializándose en una línea, pues es tan inmensa la joyería que no se puede fabricar de todo, ni tener todo cuando hay tanta demanda de mercancía.
“Tener broqueles, aretes, anillos, infinidad de modelos, de broqueles hay más de mil 500 modelos, no puedes tener de todos y en existencia. Manejando un solo artículo vi crecer a grandes compañías que fabricaban la cadena como hace muchos años, porque es un producto que toda la vida se va a vender, se va a usar, y la cadena desde antes de que viniera nuestro Padre Santo a este planeta ya se usaba. La joyería se va seguir usando, poniendo y fabricando; y alguien la tiene que hacer, alguien se la tiene que poner y alguien la que vender”, destaca Don Rogelio Cárde- nas, un hombre con una fe inquebrantable.
“La joyería se va seguir usando, poniendo y fabricando; y alguien la tiene que hacer, alguien se la tiene que poner y alguien la que vender”.