Zarcillos, aretes o pendientes, el origen con certeza de este accesorio es desconocido, lo que sí es un hecho es que ha trascendido en la vida de las personas en diferentes formas y texturas. Se cree que su origen fue hace más de 6 mil años, en Egipto; aretes de oro, plata y bronce como amuletos que los protegían en la vida terrenal y la de ultratumba.
Los hallazgos arqueológicos han demostrado que los antiguos egipcios valoraban mucho la joyería tanto para hombres como para mujeres, al tener una representación simbología protectora de la fertilidad, enfermedades, alejar el mal y renovar la vida.
Sin embargo, hay quien atribuye el inicio de los zarcillos a la civilización minoica, la primera civilización europea, la cual se estableció en la isla griega de Creta entre el 3.000 y el 1.200 a.C. Esta civilización destacó por sus construcciones palaciales, así como su cerámica exquisita y su fina orfebrería.
También se habla de indios, persas, babilonios, hebreos, germanos, árabes y galos, quienes utilizaban los aretes como talismán y protección divina. Con motivos muy variados, y objetos incrustrados como piedras y plantas hasta colgantes que representaban dioses, animales, vegetales u objetos concretos, eran usados por ambos sexos.
Según hallazgos arqueológicos, los primeros aretes se elaboraron con piedras, huesos tallados y barro para representar dioses, animales u objetos; sin embargo, poco después comenzaron a manipular metales como el bronce, cobre y acero, como símbolo de su superioridad, excelencia y valor.
Para los siglos XVI y XVII, en países como España, Holanda y resto de Occidente, se introdujeron el engaste de piedras preciosas, sobre todo de diamantes. Actulamentem En Occidente son puramente decorativos, pero en otras culturas los pendientes también tienen un significado religioso. Los hombres musulmanes no pueden llevar joyas de oro, por ejemplo. Algunos escribas judíos ven en el oro un símbolo de lujo que lleva a la ruina.