Protagonistas desde hace siglos por su historia e impacto cultural, estas joyas siguen siendo sinónimo de belleza y admiración. Gemas y metales preciosos son elementos predominantes en estas cinco piezas que hoy son historia.
En primer lugar se encuentra la colección de joyas de María Antonieta, la cual destaca por tener piezas predominantes como un colgante de perlas y diamantes del siglo XVIII, valorado en millones, así como un par de pendientes de perlas naturales y un collar de 119 perlas naturales que es una antesala de la opulencia de la realeza francesa de aquél tiempo.
En tanto, el diamante Koh-i-Noor de 105 kilates que, si bien su origen no se sabe con certeza, se cree que proviene de ríos secos en la India. Sin embargo, ha pertenecido a gobernantes hindúes, mogoles, persas, afganos, sikh y británicos, que lucharon por él en varios puntos históricos y fue tomado como luchas de poder y conquista a través de los tiempos.
Su protagonismo en la historia inició con Jean-Baptiste Tavernier, quien adquirió el Hope Diamond, de color azul intenso y 45.52 quilates, en la India y lo vendió a Luis XIV de Francia; sin embargo, desapareció durante la Revolución Francesa en 1792, apareciendo más tarde en Londres en 1812 y, tras pasar por varias manos, fue adquirido por la familia Hope, de donde obtiene su nombre.
Pasando por manos de reyes y reinas a lo largo del tiempo, la perla natural Peregrina, protagonista por su forma gota de 25.5 mm de largo, antes de haber pertenecido a Elizabeth Taylor, fue propiedad de poderosas dinastías europeas y aparecido en retratos de artistas como Peter Paul Rubens y Diego Velázquez.
Indiscutiblemente no podía faltar el regalo que el emperador Napoleón Bonaparte obsequió a su segunda esposa, María Luisa de Austria: el collar de diamantes que fue diseñado y producido en 1811 para celebrar el nacimiento de su hijo. Confeccionado por la firma parisina de Etienne Nitôt, esta joya está compuesta de 234 diamantes, de 263 quilates, con el diamante más grande pesando cerca de 10.4 quilates.