Por miles de años, el diamante se ha catalogado como la gema más preciosa de todas. Su forma evoca a la belleza, el lujo y elegancia, mientras que su dureza representa lo eterno, lo duradero.
Formado por un sólo elemento, el carbono, y más duro que cualquier cosa en la naturaleza, el rey de las gemas tiene el mayor brillo posible que cualquier otra piedra preciosa cuando se corta y se pule adecuadamente.
A través del tiempo, el diamante ha trascendido en la historia de la humanidad. Los griegos creían que eran las lágrimas de los dioses y astillas de las estrellas que caían del cielo. Se creía que la flecha de Cupido estaba repleta de diamantes, teniendo así una magia de conquista que nada en el universo podía igualar.
Por su parte, los romanos recurrían a esta piedra preciosa porque pensaban que poseía poderes mágicos y de sanación, capaces de resolver los problemas de las personas. Creían que quienes llegaban a portar los diamantes se carga- ban de fuerza, valentía y poder para ser invencibles durante un conflicto o batalla.
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