Colombia es el mayor productor de esmeraldas, piedras preciosas que por su calidad y brillo se distinguen a nivel mundial. Las esmeraldas colombianas, como son conocidas, toman gran valor por su particular combinación de tamaño, verde intenso y claridad.
De acuerdo con la Agencia Nacional de Minería en Colombia, la explotación de esmeraldas colombianas se lleva a cabo en operaciones subterráneas con procesos de tecnificación y nuevas inversiones en algunos de los principales proyectos mineros en operación como la Mina Puerto Arturo y Coscuez. En 2020 se produjeron y exportaron 1.603.224 quilates de esta piedra preciosa, así como 3.117.799 quilates de otras calidades. Colombia aporta un 55 por ciento, frente a un 15 por ciento de países como Brasil y Zambia.
“El origen sedimentario hidrotermal de las esmeraldas colombianas es único en el mundo, su extracción se realiza en los cinturones esmeraldíferos oriental y occidental de la Cordillera Oriental de los Andes y comprende los distritos mineros de Chivor, Gachalá y Macanal en el cinturón oriental, y Muzo, Coscuez, Peñas Blancas, La Palma – Yacopí y La Pita en el cinturón occidental”, comparte Juan Miguel Durán, presidente de la Agencia Nacional de Minería en Colombia.
El corazón esmeraldero de Colombia está ubicado en los flancos oriental y occidental de una zona de la Cordillera Oriental entre Boyacá y Cundinamarca. Esta zona, conformada por los municipios de Muzo, Gachetá y Gachalá, y por las minas de Borbur, Coscuez, Chivor, Peñas Blancas y Otanche, concentra los principales yacimientos de esmeraldas del país.
De acuerdo con diversas fuentes turísticas de Colombia, el surgimiento de la región esmeraldera de Colombia tiene como antecedente la leyenda que cuenta de la existencia de dos seres nativos: Fura y Tena, mujer y hombre creados por el dios Ares para que sin infidelidad poblaran la tierra a cambio de su eterna juventud. Fura, la mujer, faltó a la promesa, sobreviniendo su acelerada vejez y la muerte de Tena.
Ante eso, Ares habría de apiadarse de los desdichados, convirtiéndolos en dos peñas protegidas por tempestades y serpientes y en cuyas entrañas las lágrimas de Fura se convirtieron en esmeraldas. Además de ser un punto importante para el turismo, los cerros de Fura y Tena, con una altura de 840 y 500 metros sobre el valle del río Minero, actualmente custodian la zona esmeraldera de Colombia.
Entre las esmeraldas colombianas más representativas están: la esmeralda trapiche, que se caracteriza por tener un patrón radial de 6 puntas, denominada así por su parecido a la rueda del trapiche, herramienta que se utiliza para extraer el jugo de la caña de azúcar.
Encontrada en 1967 en una mina del mismo nombre, la esmeralda Gachalá forma parte de la colección del Instituto Smithsoniano de Washington, mientras que la esmeralda Fura, una piedra en bruto de 11.000 quilates (2,2 kg), es la segunda más grande del mundo y fue extraída en Muzo en 1999.