El diseñador mexicano Fernando Rodríguez inmortaliza a través de su joyería la belleza de la madre naturaleza.
En estos tiempos, en los que las adversidades nos dejan como lección que hemos logrado aprender a convivir con ellas, amar la vida cobra un nuevo sentido. La fortuna de sabernos vigentes, pero sobre todo ser agradecidos es un canto optimista a la vida, un amor como el que, en medio del caos, llevó al filósofo Nietzsche a reconocer que “no hay hermosas superficies, sin terribles profundidades”.
Amar la vida es reconocerse en ella, y bajo este paradigma, el diseñador de joyería mexicano Fernando Rodríguez vive su propia historia de éxito, propia porque su personalidad reservada, sencilla, pero auténtica y amigable la vive
desde el interior, alejado en la medida de lo posible de los reflectores que, en la primera oportunidad, aprovechan el momento para reconocer la calidad de su trabajo.
En entrevista telefónica para JOYA Magazine, a 2 mil 100 kilómetros distancia entre Playa del Carmen (donde radica) y Guadalajara, Fernando, un hombre cuya pasión por la joyería llegó de manera fortuita y con un talento nato que ha prevalecido desde hace más de 20 años, nos comparte su felicidad por volver a pisar los escenarios que lo han visto grande.
Con la colección Andrógina, sus creaciones desfilaron el pasado diciembre en la pasarela de cierre de año y del aniversario número 15 de Mercedes-Benz Fashion Week México, en Xcaret, una experiencia que se suma con gran decoro a las ya vividas en años anteriores en Nueva York, Los Ángeles, pero que ahora cobra un sentimiento especial y que, para él, dignifica el gran sentido de estar dentro de la moda, de estar vivo.
“Lo más grato es después de tanto tiempo volver a ver a toda la gente que conozco como maquilladores, peinadores, styling, volver a ver es agradecer, abrazarnos, a saber que estamos vivos en la moda, que la moda otra vez se está levantando junto con el mundo; entonces, hay que esperar lo que el mundo nos está dando, porque no podemos establecer reglas, porque las reglas ya están rotas”.
El ADN de Fernando Rodríguez toma como inspiración a la naturaleza y a la vida animal, seres vivos que habitan en el lugar que lo ha visto crecer y desarrollarse como diseñador, empresario y ser humano, para hacerlos vivir eternamente a través de sus piezas de joyería.
“Vivo en la Riviera Maya, vivo totalmente en la naturaleza, rodeado de corales, de perlas, insectos, todo ese tipo de seres vivos que de repente la gente se olvida y que se pueden materializar en metales preciosos, y yo los hago vivos a través de la joyería, tales como abejas, víboras, flores, insectos que he inmortalizado en mis piezas, pero es la base del lugar donde vivo, es mi inspiración”.
La grandeza en la dimensión de sus piezas es un factor característico del diseñador, una particularidad que las hace diferentes y únicas, que invita a descubrirse en cualquier lugar y momento de la vida, a romper moldes y limitaciones.
“A la mayoría de mis clientas les gusta adquirir piezas maximizadas para refrescarse, para sentirse jóvenes en algún momento, para vivir el día a día. Son tan universales que las puedes usar de día y de noche. Tengo clientas que usan tiaras para una boda, y esa misma tiara la misma novia la usa para una cena”.
Con acentos marcados con piedras preciosas y semipreciosas, con elementos nobles como plumas, corales, perlas; hechas con metal base de aleación de plata libre de níquel y diseños con influencia en el art nouveau, su tamaño maxi las hace ser joyas Fernando Rodríguez.
“Yo creo que el diafragma principal es que hago mis piezas maximizadas, yo nunca hago piezas pequeñas; anillos grandes, collares grandes, tiaras grandes que es lo que a mí me representa, cosas y propuestas diferentes, súper maximizadas”.
Su personalidad inquietante y espíritu emprendedor, lo han llevado a ocupar su tiempo completo, a explorar día con día en su taller y junto a su equipo nuevas colecciones que sean la puerta a descubrir nuevas formas de usar joyería.
Para Fernando, sus joyas no tienen género, son para quien busca arriesgarse y mantener viva la inspiración por las que fueron creadas. “Mi joyería es universal tanto para hombre como para mujer, es ambigua; es una línea muy noble para las edades, para cualquier tipo de mujer, de hombre”.
Si bien no presume lo que tiene, pero sí lo que es: mexicano, Fernando, sella en sus piezas el amor a un país que le ha dado todo, que le permite descubrirse en la creatividad para poner en alto el diseño hecho en México.
“Vivo en el Caribe. El 90% de mis clientes son extranjeros y aman el diseño mexicano porque somos diferentes, porque innovamos, lo que a lo mejor en otros países no tienen”.
Con boutiques en Los Cabos, Playa del Carmen, San Miguel de Allende y Miami, sus planes para el siguiente año se acotan en una sola premisa: seguir agradeciendo a Dios la oportunidad de vivir, para seguir haciendo lo que más ama: moda a través de la joyería.